La resaca de ‘cachaça’

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Por: Annette Planells
 

Había una vez un Águila que quería gobernar un reino. El Águila veía cómo los gobernantes del reino lograban siempre acaparar riquezas que él no podía lograr cazando gusanos.

Después de muchos intentos, el Águila logró finalmente gobernar el reino. Su felicidad no tenía límites, y una vez se hizo con las llaves del reino, sus ojos no podían creer lo que veían. Todo lo que había imaginado se quedaba corto ante tanta riqueza. El Águila decidió llevarse todo y, para eso, debía subir a lo más alto y controlar todo lo que pasaba en el reino.

El Águila volaba libremente, y desde lo alto vigilaba afanosamente toda la fauna y flora del reino. Su vista alcanzaba ver todas las criaturas a su alrededor, y utilizaba todos sus sentidos para controlar todo lo que pasaba y saquear el reino.

En sus rondas recogía muchos tesoros, tesoros que sus aliados, el Canario, el Periquito y otros, lo ayudaban a esconder de la vista de las hormigas. Las hormigas estaban muy ocupadas trabajando, buscando cómo llevar alimento a sus familias, y se conformaban con las migajas que dejaban caer mientras saqueaban el reino.

El Águila era amigo de las aves de rapiña que siempre sobrevuelan alrededor de los gobernantes del reino. Necesitó de la colaboración de los perros, el pastor alemán y el perro explorador, algunos ratones y peones lo ayudaban de vez en cuando y, quién lo diría, hasta un Búfalo se volvió su mejor compinche. Entre sus amigos estaba también la Tortuga y su coraza de cachaça, quien veía al Águila con preocupación porque esta le había prometido que él sería su sucesor; sin embargo, el Águila no estaba dispuesto a ceder su puesto; todavía había muchos más tesoros por saquear.

Muchos otros habían logrado engañar a las hormigas y esconder tesoros, pero ninguno alcanzó el billón. ¡Ni cerca estuvieron los toros, los pavorreales ni las aves migratorias de acumular tanta riqueza! Quizás le faltó la ayuda de los vecinos del sur. El Águila celebraba sus logros siempre con la Tortuga y su coraza de cachaça, pero no tomaron precauciones y la goma que les produjo acabó con la fiesta.

El Águila decidió no cumplir la promesa a la Tortuga y la desterró con su coraza de cachaça. Nunca pensó que esta decisión acabaría con todo lo que había trabajado por muchos años.

Águila, Periquito, Canario y muchos otros volaron hacia el norte para huir de la Tortuga, que logró, sin la ayuda del Águila, conquistar las llaves del reino. Otros se quedaron y enfrentaron las consecuencias de sus actos. Lo que nunca imaginaron es que los vigilantes de los reinos del norte no estaban dispuestos a esconderlos por más tesoros que acumularon. Poco a poco fueron regresando, su amada libertad fue truncada y sus tesoros fueron encontrados. En el reino, la Tortuga seguía la fiesta y trataba de limpiar algunos de los platos rotos para evitar que le ensuciaran su coraza de cachaça.

Las hormiguitas siguen trabajando, esperando que el nuevo dueño de las llaves del reino cumpla con su promesa de cuidarlos y no saquearlos, pero saben que deben mantenerse vigilantes porque los tesoros son muchos y las aves de rapiña vuelan a su alrededor, esperando cualquier descuido para seguir saqueando los tesoros.

Los personajes y hechos retratados en esta fábula son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales, es pura inteligencia. Cómo termine esta historia dependerá precisamente de esa inteligencia. La inteligencia que cada vez más van adquiriendo las hormigas vigilantes.

La autora es miembro de Movin y conductora del programa ‘Sal y pimienta’ 

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