Una sacudida a la educación

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Por: Gilda de Ferrer

Según artículo del NYT, Estados Unidos empezó a preocuparse por la educación en 1957, cuando los rusos mandaron el Sputnik al espacio. Fue el primer campanazo: ya no gozaban de la hegemonía educativa que los había llevado a ser el país más innovador del mundo e incluso a ganar la II Guerra Mundial.

Cuando el Presidente G.W. Bush llegó al poder, el problema era innegable. Trató de resolverlo inyectándole cantidad de dinero a su programa insignia “Ningún niño quedará atrás”. Llegó Obama y en una de las pocas cosas que coincidía con Bush era en que había que mejorar la educación. Lanzó su propio programa y le invirtió 5 mil millones de dólares.

Diez años después, por razones políticas y culturales, la educación americana sigue estancada, mientras que la de China ocupa ahora el primer puesto en los 3 renglones de matemáticas, ciencias y lectura.

El problema de la educación no solo impacta al mercado laboral; es esencial para la formación de ciudadanos informados. En la época de la posverdad, solo el 20% de los estudiantes estadounidenses son capaces de diferenciar entre un texto patrocinado por intereses comerciales y un texto basado en información real. Se trata de dos textos presentados al estudiante en la prueba PISA: uno publicado por una entidad investigativa, que dice que la leche es buena para algunas cosas pero mala para otras. El otro, auspiciado por la industria, dice que la leche sirve para perder peso.

Si el 80% de los estudiantes no sabe distinguir entre una y otra, ¿qué se puede esperar de ellos en la toma de decisiones, a nivel individual, comunitario y, peor aún, nacional?

Proporciones guardadas, existen varios paralelos entre el caso de EU y el nuestro.
1) El problema de la educación no se arregla con dinero.
2) Para que las políticas educativas funcionen tienen que ser planes a largo plazo, en los que el presidente de turno no tenga mayor injerencia. Dicho de otra manera, alejados de la política.
3) El nivel socioeconómico influye grandemente en los resultados. Las universidades e siguen siendo la mejor opción para todo el que disponga de cientos de miles de dólares, incluidos los chinos.

Las reformas constitucionales proponen aumentar el gasto educativo a 6%. Suena muy bien, pero ¿se traducirá este aumento en el gasto en mejores resultados? En Estados Unidos no ha sido así, incluso con la ayuda de Bill Gates.

¿Seremos capaces de desarrollar una política de estado a la que se sume este gobierno y todos los que siguen? Si nos lo proponemos, seguramente sí. El tema es que el tiempo está en contra nuestra. En 10 años ya perdimos una generación completa. Tendríamos que sacrificar toda otra generación ante este mismo altar.

El factor socioeconómico siempre va a influir en los resultados: a más dinero, mejores oportunidades. El problema es que la educación pública produzca resultados aceptables para que el talento humano no se pierda nunca por falta de oportunidades.

Las situaciones extremas requieren de soluciones extremas. Existe una sencilla solución a corto plazo que contribuiría a solucionar los tres problemas: abrir la inmigración a maestros de afuera. Esto no requiere ningún gasto, se puede hacer temporalmente, mientras se desarrolla una política de estado, y se logra el objetivo político puesto que los maestros que entran no tienen compromisos políticos ni gremiales. Coraje es lo único que se requiere para darle una buena sacudida a la educación.

La autora es miembro de MOVIN.

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